El susurro de las mujeres by Gabriela Exilart

El susurro de las mujeres by Gabriela Exilart

autor:Gabriela Exilart [Exilart, Gabriela]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9789506446239
editor: Penguin Random House Grupo Editorial Argentina
publicado: 2022-04-02T00:00:00+00:00


CAPÍTULO 39

—¿Cómo está tu relación con Dardo? —quiso saber Julieta mientras tomaban el té en el Majestic, uno de los lujosos hoteles para el turismo elegante, que recibía a sus pasajeros con una auténtica alfombra de Esmirna.

A Fiorella le asombró la pregunta.

—Bien, ¿por qué lo preguntas?

Julieta hizo un gesto de duda.

—Porque veo tu mirada, querida amiga, cuando estamos en presencia del doctor Rivera.

—¿Qué quieres decir? —Las mejillas de Fiorella se pusieron rojas.

—Tú sabes lo que quiero decir, Fiorella. —La doctora bebió de su taza y observó el entorno—. Me siento extraña aquí, con toda esa gente elegante, pero de vez en cuando hay que ver cómo viven los otros —dijo—. A mí no me engañas —continuó—. ¿Qué te ocurre con Fausto?

—¡Nada! —se apresuró a negar—. Además —bajando la voz—, sabes que tiene una relación con mi hermana.

—Una relación extramatrimonial. —No lo juzgaba, pero se lo recordaba.

—Ya te conté que el casamiento con Cristiano fue solo un medio para salir de Italia. No hay nada entre ellos.

—Pero no hablemos de ellos, hablemos de ti —insistió Julieta.

—No hay nada que hablar. Estoy bien.

—¿Ya has tenido intimidad con Dardo?

—¡Pero qué cosas preguntas, Julieta! —A Fiorella casi se le cayó la taza que en ese momento llevaba a los labios.

Julieta rio.

—Pregunto lo que cualquier amiga preguntaría. No hay nada mejor que ir a la cama con un hombre para saber si es el que nos corresponde.

—¿Y tú y Alberto? —Fiorella quería cambiar de tema a toda costa.

—Alberto es mi marido… aunque creo que mis aires de libertad lo están asfixiando.

—¿No están bien las cosas entre ustedes? —Julieta se encogió de hombros.

—Creo que no le gusta que aparezca en los diarios, y menos que se mencione su apellido. —Ella aparecía como Julieta Lanteri Renshaw—. El otro día me dijo que no quise que nuestra boda apareciera en los periódicos y que ahora ando haciendo alharaca con esto de que las mujeres no tenemos derechos civiles, y menos políticos.

El rechazo de su adscripción a la cátedra por su condición de extranjera la había lanzado de lleno a la lucha por conseguir la ciudadanía argentina, lo que significaba para los extranjeros obtener la capacidad cívica.

—¿Cómo va el trámite de ciudadanía?

—Angélica se está ocupando. —Hizo una pausa y meneó la cabeza—. Mi pobre amiga también está peleando su propia batalla, a ella no le quieren tomar juramento por ser mujer. —Suspiró—. Mi expediente ya está en el juzgado ocho, secretaría cuatro —dijo triunfal.

Para agrado de Fiorella, Julieta no volvió a tocar el tema de Fausto, pero la dejó pensativa. Ella no había tenido intimidad con Dardo, lo suyo era un noviazgo formal y serio. Estaba enamorada, de eso no tenía dudas, solo que cuando estaba en presencia de Fausto se ponía muy nerviosa, él generaba en ella algo similar al desasosiego.

No había hablado en profundidad con Gianna, confiaba en que su hermana menor no cometería una locura. No pasaba por su mente la idea de que la jovencita se había ido a la cama con él.

Al llegar a la casa, la tía Allegra le dio la noticia: ese fin de semana irían al campo.



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